1 de cada 6 matrimonios que se divorcian duran menos de 5 años Foto: Archivo

Preocupación en España por aumento de rupturas familiares durante verano: divorcio se consolida como amenaza a estabilidad del hogar

El Instituto de Política Familiar y expertos en derecho y psicología alertan del repunte de separaciones tras las vacaciones estivales y piden una respuesta política,social y pastoral urgente.

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(ZENIT Noticias / Barcelona, 30.06.2025).- El verano, tradicionalmente asociado al descanso, el ocio y el reencuentro familiar, se está convirtiendo en una de las estaciones más críticas para la salud del matrimonio en España. Así lo evidencian los últimos datos judiciales y sociológicos, que muestran un incremento preocupante de separaciones y divorcios al término del periodo estival.

Según las cifras recogidas por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cada septiembre se registra un repunte del 20 % en las demandas de divorcio en comparación con otros meses del año. En 2024, se superaron las 95.000 rupturas matrimoniales en el conjunto del país, con un aumento del 3,6 % respecto al año anterior. El Instituto Nacional de Estadística (INE) confirma que el fenómeno tiene carácter estructural, y que el periodo posterior a las vacaciones es especialmente delicado.

Las causas son diversas, así lo denuncian los expertos en psicología familiar, que, señalan que la convivencia prolongada durante las vacaciones, con mayor tiempo compartido, expectativas idealizadas y tensiones económicas, suele actuar como detonante de conflictos larvados. “Lo que se oculta en la rutina del año, estalla en verano”, afirma la psicóloga Ana Belén Medialdea. A ello se suman, según diversas investigaciones, factores como la presión de la familia política, el aumento de casos de infidelidad, y la escasa preparación emocional y espiritual de muchas parejas.

Desde la sociedad civil, el Instituto de Política Familiar (IPF) ha alertado del “deterioro silencioso pero profundo” de la institución familiar en España. Su presidente, Mariano Martínez-Aedo, ha declarado: “El divorcio se está abriendo paso como una salida fácil a las dificultades, pero sus consecuencias son devastadoras para los hijos, para la estabilidad emocional de los adultos y para la sociedad en su conjunto”.

El IPF insiste en que el matrimonio y la familia “no son construcciones culturales modificables al antojo de cada época, sino realidades naturales y fundamentales para el bien común”. Por ello, pide que tanto las administraciones públicas como los medios de comunicación y la Iglesia refuercen su compromiso en la promoción del matrimonio como unión estable entre un hombre y una mujer, abierto a la vida y sostenido en la fidelidad.

“La cultura del descarte ha entrado en el corazón del hogar”, añade Martínez-Aedo. “Y esto no puede dejarnos indiferentes. Una sociedad que no cuida a sus familias, está condenada a la fragmentación y a la soledad”.

Desde el ámbito eclesial, también se alzan voces que piden una pastoral familiar más audaz, formativa y cercana, capaz de prevenir crisis y acompañar en la dificultad. En muchas diócesis se ha reforzado la atención a matrimonios jóvenes, la preparación al matrimonio y la mediación familiar como recursos preventivos.

Sin embargo, los números siguen creciendo. El aumento de hogares monoparentales (más del 80 % liderados por mujeres tras la ruptura) y las consecuencias económicas y emocionales que afectan sobre todo a los hijos, muestran la dimensión del problema. Según estudios recientes, los hijos de padres separados presentan mayor riesgo de fracaso escolar, ansiedad, inseguridad afectiva y dificultades en sus relaciones futuras.

En este contexto, el verano se ha convertido en un “termómetro de salud familiar”. Lo que debería ser tiempo de renovación y descanso, se transforma para muchas familias en el preludio de un proceso doloroso y desestructurador.

La Iglesia, a través de sus movimientos familiares y diócesis, ha reiterado su llamado a recuperar el valor del compromiso conyugal, la centralidad del amor fiel, y la misericordia como camino de sanación para las heridas del matrimonio.

Mientras tanto, expertos, asociaciones y pastores coinciden: urge una respuesta educativa, legal y pastoral. Porque no se trata solo de cifras, sino de personas, de historias rotas y de una verdad olvidada: que la familia es la primera escuela de humanidad y la célula indispensable de una sociedad viva.

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Pablo Hertfelder Garcia-Conde

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