el Papa León XIV mantuvo un encuentro con cientos de sacerdotes y algunos obispos Foto: Vatican Media

“No somos perfectos, pero somos amigos de Cristo”: el gran discurso del Papa que todo sacerdote debe leer

Palabras del Papa a los participantes en el encuentro para sacerdotes promovido por el Dicasterio para el Clero sobre tres implicaciones para la formación al ministerio sacerdotal.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 26.06.2025).- Por la tarde del jueves 26 de junio, en el Auditorio de la Conciliación cercano a la Ciudad del Vaticano, el Papa León XIV mantuvo un encuentro con cientos de sacerdotes y algunos obispos participantes en un Encuentro Internacional organizado por el Dicasterio para el Clero en torno al tema “Sacerdotes felices”. Ofrecemos a continuación la traducción de las palabras del Papa realizada por ZENIT:

***

Comencemos con la señal de la cruz, porque todos estamos aquí porque Cristo, que murió y resucitó, nos dio la vida y nos llamó a servir. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡La paz sea con vosotros!

Queridos hermanos en el sacerdocio, queridos formadores, seminaristas, animadores vocacionales, amigos en el Señor.

Es para mí una gran alegría encontrarme hoy aquí con vosotros. En pleno Año Santo, juntos queremos dar testimonio de que es posible ser sacerdotes felices, porque Cristo nos ha llamado, Cristo nos ha hecho sus amigos (cf. Jn 15,15): es una gracia que queremos acoger con gratitud y responsabilidad.

Deseo dar las gracias al cardenal Lazzaro y a todos los colaboradores del Dicasterio para el Clero por su servicio generoso y competente: un trabajo vasto y valioso, que a menudo se lleva a cabo en silencio y con discreción y que produce frutos de comunión, formación y renovación.

Con este momento de intercambio fraterno, un intercambio internacional, podemos valorizar el patrimonio de experiencias ya maduradas, fomentando la creatividad, la corresponsabilidad y la comunión en la Iglesia, para que lo que se siembra con dedicación y generosidad en tantas comunidades pueda convertirse en luz y estímulo para todos.

Las palabras de Jesús «Os he llamado amigos» (Jn 15,15) no son solo una declaración afectuosa hacia los discípulos, sino una verdadera clave para comprender el ministerio sacerdotal. El sacerdote, de hecho, es amigo del Señor, llamado a vivir con Él una relación personal y confidencial, alimentada por la Palabra, la celebración de los sacramentos y la oración diaria. Esta amistad con Cristo es el fundamento espiritual del ministerio ordenado, el sentido de nuestro celibato y la energía del servicio eclesial al que dedicamos nuestra vida. Nos sostiene en los momentos de prueba y nos permite renovar cada día el «sí» pronunciado al inicio de la vocación.

En particular, queridos hermanos, de esta palabra clave me gustaría extraer tres implicaciones para la formación al ministerio sacerdotal.

[1]

En primer lugar, la formación es un camino de relación. Convertirse en amigos de Cristo significa formarse en la relación, no solo en las competencias. La formación sacerdotal, por lo tanto, no puede reducirse a la adquisición de nociones, sino que es un camino de familiaridad con el Señor que involucra a toda la persona, el corazón, la inteligencia, la libertad, y la moldea a imagen del Buen Pastor. Solo quien vive en amistad con Cristo y está impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría. Esto requiere una escucha profunda, meditación y una vida interior rica y ordenada.

[2]

En segundo lugar, la fraternidad es un estilo esencial de vida presbiteral. Convertirse en amigos de Cristo implica vivir como hermanos entre sacerdotes y entre obispos, no como competidores o individualistas. La formación debe, por tanto, ayudar a construir vínculos sólidos en el presbiterio como expresión de una Iglesia sinodal, en la que se crece juntos compartiendo las fatigas y las alegrías del ministerio. De hecho, ¿cómo podríamos nosotros, los ministros, ser constructores de comunidades vivas, si no reinara ante todo entre nosotros una fraternidad efectiva y sincera?

Además, formar sacerdotes amigos de Cristo significa formar hombres capaces de amar, escuchar, rezar y servir juntos. Por eso hay que poner todo el cuidado en la preparación de los formadores, porque la eficacia de su trabajo depende ante todo del ejemplo de vida y de la comunión entre ellos. La propia institución de los seminarios nos recuerda que la formación de los futuros ministros ordenados no puede llevarse a cabo de manera aislada, sino que requiere la participación de todos los amigos y amigas del Señor que viven como discípulos misioneros al servicio del Pueblo de Dios.

[3]

A este respecto, quisiera decir también unas palabras sobre las vocaciones. A pesar de los signos de crisis que atraviesan la vida y la misión de los presbíteros, Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas. Es necesario que haya espacios adecuados para escuchar su voz. Por eso son importantes los ambientes y las formas de pastoral juvenil impregnadas del Evangelio, donde puedan manifestarse y madurar las vocaciones a la entrega total de sí mismos. ¡Tened el valor de hacer propuestas fuertes y liberadoras! Al mirar a los jóvenes que en nuestro tiempo dicen su generoso «aquí estoy» al Señor, todos sentimos la necesidad de renovar nuestro «sí», de redescubrir la belleza de ser discípulos misioneros en el seguimiento de Cristo, el Buen Pastor.

Queridos hermanos, celebramos este encuentro en la víspera de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: es de este «zarzo ardiente» de donde nace nuestra vocación; es de esta fuente de gracia de donde queremos dejarnos transformar.

La encíclica del papa Francisco Dilexit nos, si es un don precioso para toda la Iglesia, lo es de manera especial para nosotros, los sacerdotes. Nos interpela con fuerza: nos pide que custodiamos juntos la mística y el compromiso social, la contemplación y la acción, el silencio y el anuncio. Nuestro tiempo nos desafía: muchos parecen haberse alejado de la fe, pero en lo profundo de muchas personas, especialmente de los jóvenes, hay sed de infinito y de salvación. Muchos experimentan una ausencia de Dios, pero cada ser humano está hecho para Él, y el designio del Padre es hacer de Cristo el corazón del mundo.

Por eso queremos recuperar juntos el impulso misionero. Una misión que propone con valentía y amor el Evangelio de Jesús. A través de nuestra acción pastoral, es el Señor mismo quien cuida de su rebaño, reúne a los dispersos, se inclina sobre los heridos, sostiene a los desanimados. Imitando el ejemplo del Maestro, crecemos en la fe y nos convertimos así en testigos creíbles de la vocación que hemos recibido. Cuando uno cree, se nota: la felicidad del ministro refleja su encuentro con Cristo, que lo sostiene en la misión y en el servicio.

Queridos hermanos en el sacerdocio, ¡gracias por haber venido desde lejos! Gracias a cada uno por su dedicación diaria, especialmente en los lugares de formación, en las periferias existenciales y en los lugares difíciles, a veces peligrosos. Al recordar a los sacerdotes que han dado su vida, incluso hasta la sangre, renovamos hoy nuestra disponibilidad a vivir sin reservas un apostolado de compasión y alegría.

¡Gracias por lo que sois! Porque recordáis a todos que es hermoso ser sacerdotes, y que cada llamada del Señor es ante todo una llamada a su alegría. No somos perfectos, pero somos amigos de Cristo, hermanos entre nosotros e hijos de su tierna Madre María, y esto nos basta.

Dirijámonos al Señor Jesús, a su Corazón misericordioso que arde de amor por cada persona. Pidámosle la gracia de ser discípulos misioneros y pastores según su voluntad: buscando a los que están perdidos, sirviendo a los pobres, guiando con humildad a los que nos han sido confiados. Que su Corazón inspire nuestros planes, transforme nuestros corazones y nos renueve en la misión. Os bendigo con afecto y rezo por todos vosotros.

Para concluir, proponemos un momento de oración. Un momento muy breve, pero lo que he dicho antes en mis palabras, ¡qué importante es!

Quiero subrayar la importancia de la vida espiritual del sacerdote. Muchas veces, cuando necesitamos ayuda, buscad un buen «acompañante», un director espiritual, un buen confesor. Nadie aquí está solo. Y aunque estéis trabajando en la misión más lejana, ¡nunca estáis solos! Intentad vivir lo que el papa Francisco llamaba tantas veces la «cercanía»: cercanía con el Señor, cercanía con vuestro obispo o superior religioso, y cercanía también entre vosotros, porque realmente debéis ser amigos, hermanos; vivir esta hermosa experiencia de caminar juntos sabiendo que estamos llamados a ser discípulos del Señor. Tenemos una gran misión y juntos podemos llevarla a cabo. Contemos siempre con la gracia de Dios, con mi cercanía, y juntos podremos ser verdaderamente esta voz en el mundo. ¡Gracias!

Entonces, recemos juntos: Padre nuestro…

Y a María, nuestra Madre, digamos: Ave María…

[Bendición]

¡Felicidades a todos! ¡Que Dios los bendiga siempre!

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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