Fue el ataque más devastador contra un lugar de culto cristiano en Siria en años Foto: AFP

FOTOGALERÍA: Atentado islamista contra iglesia en Siria deja 30 muertos

El atacante entró en la iglesia durante el servicio de vísperas, abrió fuego contra la congregación y detonó un chaleco explosivo en medio del caos. Entre las víctimas había niños. Testigos presenciales describieron el momento como surrealista: «cuerpos volando», como lo describió un superviviente. Otros recordaron el rostro cubierto del agresor y el silencio inquietante previo a la explosión.

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(ZENIT Noticias / Damasco, 24.06.2025).- Una liturgia dominical vespertina se convirtió en una escena de horror el 22 de junio en Damasco, cuando un terrorista suicida atacó la Iglesia Ortodoxa Griega de San Elías, matando a más de 30 personas e hiriendo a casi un centenar. Fue el ataque más devastador contra un lugar de culto cristiano en Siria en años, reavivando viejos temores entre las minorías religiosas vulnerables del país y poniendo en duda la capacidad del gobierno de transición sirio para garantizar la seguridad básica.

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El atacante entró en la iglesia durante el servicio de vísperas, abrió fuego contra la congregación y detonó un chaleco explosivo en medio del caos. Entre las víctimas había niños. Testigos presenciales describieron el momento como surrealista: «cuerpos volando», como lo describió un superviviente. Otros recordaron el rostro cubierto del agresor y el silencio inquietante previo a la explosión.

El ataque, que tuvo lugar en el distrito de Dweil’a, un barrio conocido desde hace tiempo por su población cristiana, ha dejado a la comunidad conmocionada. El Patriarcado de Antioquía, que supervisa la Iglesia Ortodoxa Griega en la región, lo calificó de «un acto vergonzoso perpetrado por la mano traicionera del pecado» y exigió que las autoridades asuman la «plena responsabilidad» por lo que describió como una grave violación de la santidad de las iglesias.

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Hasta el momento, ningún grupo ha reivindicado definitivamente la autoría. Si bien el gobierno interino se apresuró a señalar al Estado Islámico (ISIS), un grupo en la sombra llamado Saraya Ansar al-Sunnah publicó posteriormente una reivindicación no verificada de la autoría. Se cree que este grupo, prácticamente desconocido hasta hace poco, opera en Siria y Líbano y afirma estar afiliado a restos del aparato de la era de Assad.

El Ministerio del Interior sirio, aún en las primeras etapas de su investigación, sugirió que el ataque presenta las características de una operación de ISIS. Sin embargo, muchos observadores han advertido contra la precipitación en las conclusiones. «Esto es tanto una crisis de gobernanza como un acto de terrorismo», declaró una fuente diplomática en Damasco, que habló anónimamente. Ya no existe una verdadera estructura de seguridad. Hay jóvenes patrullando las calles que hace tan solo unos meses formaban parte de milicias armadas.

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Tras la caída de Assad a finales de 2024, el vacío de poder aún no se ha llenado eficazmente. El gobierno interino, liderado por el excomandante del HTS Ahmed al-Sharaa, ha prometido proteger a las minorías y mantener la unidad nacional, pero sigue estando al límite de sus posibilidades y profundamente dividido. Gran parte de la administración pública fue depurada tras el cambio de régimen, incluyendo a miles de policías y agentes de inteligencia. Algunos de los despedidos han regresado ahora en funciones no oficiales, lo que ha creado una compleja red de lealtades y riesgos.

El ataque a la iglesia ha puesto de relieve esas grietas. Si bien líderes como Sharaa han condenado públicamente la violencia, también se les ha acusado de priorizar la imposición ideológica —como los códigos de vestimenta islámicos y las restricciones al consumo de alcohol— por encima de las reformas estructurales de seguridad. Al mismo tiempo, actores internacionales como la UE y Alemania siguen evaluando el apoyo basándose en el compromiso percibido del gobierno con la inclusión y la libertad religiosa.

Las consecuencias del bombardeo van más allá de la pérdida inmediata de vidas. «Vivimos en la incertidumbre», dijo un residente cristiano de Damasco. «Muchos de nosotros tenemos miedo de ir a la iglesia ahora. No sé cómo celebraremos el próximo domingo». Clérigos como el padre Fadi Ghattas, quien presenció la masacre de primera mano, han hecho un llamado a la solidaridad nacional, al tiempo que instan al mundo a orar por los cristianos de Siria.

Las reacciones de toda la región no se hicieron esperar. El cardenal Bechara Boutros Raï, patriarca maronita de Antioquía, condenó el ataque como «una atrocidad contra personas inocentes y un espacio sagrado». En Jerusalén, la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa emitió una inusual declaración conjunta, calificando el bombardeo de «bárbaro» e instando a las autoridades sirias a garantizar la protección de sinagogas, mezquitas e iglesias por igual.

Incluso en medio del dolor, algunas comunidades respondieron con extraordinarios gestos de unidad. En varias ciudades sirias, musulmanes y cristianos se reunieron para vigilias conjuntas. Los hospitales informaron de oleadas de ciudadanos musulmanes que se ofrecieron a donar sangre para las víctimas cristianas. Las redes sociales se llenaron de imágenes de esta compasión interreligiosa, en marcado contraste con la violencia del día.

Aun así, las tensiones laten bajo la superficie. Los informes sobre la posible participación de facciones kurdas leales al antiguo régimen, o de leales a Asad descontentos que buscan desestabilizar al gobierno actual, han complicado la narrativa. Otros temen un resurgimiento de grupos yihadistas envalentonados por los recientes conflictos regionales, desde Gaza hasta Irán.

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Redacción Zenit

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